DEL JUDAISMO AL CRISTIANISMO-3

Por Mario Niño – DMin.El santuario terrenal, si lo analizamos desde un ángulo teológico era: 1. Un lugar de reunión para Dios y los seres humanos, 2. Era el centro de la revelación divina, 3. El centro de adoración y 4. El lugar de acceso al santuario celestial. Desde el punto de vista de la piedad práctica, el santuario señalaba la relación de pacto y santidad. Dios lo aclaró en el Sinaí cuando dijo: “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos.” Exo. 19:5. El pacto era y es, el reconocimiento de la soberanía y supremacía de Dios sobre Su creación e incluye la vida de las personas.

La santidad fue el camino que Dios indicó: “Seréis, pues santos, porque yo soy santo.” Lev. 11:45. El santuario ilustraba diariamente cómo recorrer el camino de la santidad. En los dos departamentos del santuario (el lugar santo y el lugar santísimo) se destacó la grandeza de Dios. En el lugar santo se describió cómo mantener la vida espiritual con la asistencia del Espíritu Divino. En el lugar santísimo se llegaba al pináculo de esa experiencia en donde el ser humano daría la gloria a Dios, como dijo David: “Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.” Sal. 29:2. A un hijo de Dios no le está permitido vestirse de cualquier manera pues la vestimenta debe representar y honrar a Dios. 

El fracaso de Israel quedó demostrado por la ausencia de frutos, con los resultados que ya conocemos. Mientras que la iniquidad, la degradación y la miseria eran los frutos del árbol corrupto que se observaba en las naciones que estaban alejadas de Dios, la justicia, la restauración y la misericordia eran los frutos que la nación judía debía producir para representar el carácter de Dios. En la transferencia del judaísmo al cristianismo debemos analizar: 1. ¿Qué se transfirió totalmente? 2. ¿Qué no se transfirió? 3. ¿Qué se transfirió parcialmente? y 4. ¿Qué se añadió?

La clasificación por grupos que utilizamos aquí tiene como fin dar una idea general y en ningún momento intenta ser una lista exhaustiva que obedecería más a un proyecto de investigación doctoral. Algunas de las respuestas a estas preguntas serán cortas y otras, largas. Veámoslas:

  1. Transferencia Total: Se transfirió totalmente la ley moral o ley de los Diez Mandamientos. Igualmente se transfirieron en su totalidad los principios, valores y verdades del reino de Dios que constituyen el fundamento del carácter de Dios como también los principios de justicia y misericordia que son reguladores en la toma de decisiones. Se transfirieron los propósitos y requerimientos dados al pueblo de Israel mediante los profetas y también se transfirió el plan de Dios y los métodos a utilizar en la aplicación de justicia. Se transfirieron privilegios y las garantías dadas a Israel como pueblo especial, así como también las responsabilidades. Se transfirieron las Sagradas Escrituras hebreas que se constituyeron en un patrimonio de la humanidad. Se transfirió la santidad y las bendiciones del séptimo dia (sábado) como único dia de reposo establecido en el Edén, cuando aún no existían ni el catolicismo, ni el protestantismo, ni el judaísmo, ni el hinduismo, ni el islamismo.  Solo estaban Dios, Adán y Eva.
  2. Lo que no se transfirió: No se transfirieron las leyes civiles y administrativas que regulaban a Israel como nación porque el cristianismo no se organizaría como una nueva nación como se hizo con Israel. No se transfirió el modelo organizativo judío, pues con el cristianismo se utilizaría un nuevo modelo (o nuevo paradigma) que sería sencillo y fácil de aplicar en todas las naciones del mundo y en cualquier cultura. No se transfirió la lengua hebrea como idioma oficial de comunicación porque el griego era entonces el idioma más popular y difundido en los países de la cuenca del Mediterráneo. No se transfirió el sistema levítico basado en un santuario o templo único, ni tampoco se transfirió la línea sacerdotal Aarónica que era hereditaria, ni el ministerio levítico que estaba a cargo del santuario o templo pues el templo de Jerusalén fue destruido en el año 70 e.c. No se transfirió el Sanedrín como la autoridad eclesiástica más alta para el cristianismo. No se transfirieron las ofrendas de holocaustos que anunciaban la llegada del Mesías, porque el Mesías ya había llegado. No se transfirieron las fiestas anuales en Jerusalén como la Pascua, Pentecostés, el día de las Trompetas o año nuevo, el Día de Expiación o Yom Kippur y la fiesta de los Tabernáculos. No se transfirieron ni el nombramiento de jueces, ni las 49 ofrendas y sacrificios, ni el sistema financiero judío, ni el año religioso judío, ni el año civil judío. Tampoco se transfirieron las leyes de la primogenitura ni el matrimonio por levirato. No se transfirió la conveniencia de realizar los matrimonios dentro de la misma tribu a fin de preservar en la misma tribu, las tierras que se recibían por herencia.
  3. Lo que se transfirió parcialmente. La circuncisión física (solo en el caso de descendientes judíos) y la circuncisión espiritual (la del corazón) en todos los casos judíos y no-judíos. Como dijo el apóstol Pablo: “No es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne…sino que es el judío el que lo es en su interior, y la circuncisión es la del corazón.” Rom. 2:28,29.    

Hoy en día tenemos una confusión en el cristianismo. La gente se guía más por las regulaciones eclesiásticas establecidas en la edad media o en el siglo XIX que por las regulaciones señaladas por Dios. Sin embargo olvidamos que en el juicio final, donde se clasifica quién se salva y quién se pierde, Dios no va utilizar las regulaciones eclesiásticas como parámetro de salvación sino las indicaciones que Él mismo comunicó a su pueblo por medio de Moisés y los profetas. No son las religiones ni las iglesias las que determinan quién se salva y quién se pierde y ante Dios comparecerán todos los seres humanos independientemente de si creen o aceptan a Dios,  o si lo rechazan o son ateos.

La iglesia tiene su lugar y tiene su función, pero la iglesia no puede desplazar a Dios de su lugar de preeminencia. Por años se ha enseñado que la salvación depende de la religión o de las iglesias. La gente confía en sus dirigentes religiosos (como lo hicieron los judíos) y sienten una ‘calma chicha’ como la define el escritor Arturo Ortega Morán:

“Hablar de calma chicha es hablar de la quietud. Pero no de esa que cura la fatiga, no de esa que abre espacios a la meditación, no de la que es remanso en la turbulencia de la vida. Hablar de calma chicha es hablar de la otra quietud, la que desespera, en la que no hay negro ni blanco, ni frío ni calor, ni bien ni mal… la que sabe a muerte. ¡Qué curiosa expresión! Lo de calma podemos entenderlo, pero lo de chicha, como que ya no nos resulta tan familiar. Lo interesante comienza con las sorpresas que encierra la palabra calma.De la voz griega karma surgió la palabra latina cauma, ambas con el significado de ‘calor sofocante’. En el naciente castellano se dijo calma, y en el argot de los marineros, la palabra se asoció con la ausencia de viento, que hacía sentir un calor abrasador. Entonces, se empezó a hablar de «la mar en calma», cuando la naturaleza no cedía el viento indispensable para navegar.” Fuente: www.vandal.elespanol.com

Para comentarios o preguntas dirija su correo a:  nino@andrews.edu No se pierda el siguiente artículo de

la serie “Del Judaismo al Cristianismo-4” en la página web: www.inter-religioso.com

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