Como se puede dar cuenta, Deuteronomio no es un libro más para leer. Es la guía de consulta permanente para el hijo de Dios en toda época, y eso incluye la presente. La revelación profética no era solo para el pueblo de Israel. Era para todas las naciones. Eran instrucciones para Egipto, Siria, Babilonia hasta llegar a nuestros días e incluir Alemania, Francia, Italia, Portugal, etc. Ese concepto de que el Antiguo Testamento era solamente para los judíos es falso. 

Al compilar los cuatro rollos resultó el libro Deuteronomio (compilar es reunir en un solo cuerpo de obra, partes, extractos o materias de varios libros o documentos). ¿Podemos comprender entonces por qué Deuteronomio es esencial en el estudio y la investigación bíblica? Tome nota, no he escrito lectura de la Biblia, sino estudio e investigación bíblica, pues leer no es lo mismo que estudiar, investigar, escudriñar. Lo que debía hacer el dirigente espiritual de Israel después de cruzar el Jordán era estudiar cuidadosamente ese compendio de los rollos sagrados que Moisés le entregó. Debía además llevarlo a la vida práctica y luego enseñarlo al pueblo de Israel. 

En esos años los rollos sagrados estaban disponibles en el santuario únicamente para el sacerdote de turno; el pueblo no tenía la responsabilidad por el estudio y la investigación bíblica. Así, el Deuteronomio se convertía en la guía, o manual, para las nuevas generaciones de Israel. Tristemente, el sacerdote no hizo lo que debía hacer e Israel como pueblo fue afectado. Las nuevas generaciones de Israel necesitaban conocer ‘el camino’ trazado por Dios, y el Señor en su sabiduría envió cuatro profetas en el siglo VIII para exhortar al Reino de Israel y también al Reino de Judá. Dios advirtió que si no regresaban al camino por voluntad propia, irían al cautiverio; esto se cumplió en el 722 a.e.c. cuando el Reino de Israel fue llevado cautivo por Asiria. 

En el siguiente siglo VII, Dios hace otro intento para invitar al Reino de Judá a regresar al camino, o irían en cautiverio. Cuatro profetas más fueron enviados a Judá, y sumados a los cuatro del siglo anterior, indican que Judá tuvo el consejo de ocho profetas. ¿Resultado? Lamentablemente no se logró el cambio y el pueblo fue llevado en cautiverio a Babilonia a partir del 606 a.e.c. Con la llegada del Mesías se le agotó el tiempo a Judá, y Jesús declaró: “Por tanto os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él.” Mat. 21:43. Recordemos que el reino de Dios se transfirió del judaísmo al cristianismo con un elemento condicional: Producir los frutos del reino. 

En el cristianismo si no se producen los frutos, tampoco hay entrada al reino de Dios.  Nos han confundido creyendo que el cristianismo tendría entrada fácil y gratuita al reino de Dios. Por ello en este período histórico estamos cruzados de brazos e ignorando este elemento condicional. Los frutos deben ser espontáneos, no frutos forzados. Si se pregunta: ¿Por qué los judíos no siguieron las instrucciones dadas por Dios? La respuesta es simple: Por las mismas razones que la iglesia cristiana ha fallado igualmente: El dirigente espiritual (léase pastor o ministro) está contento con seguir la agenda eclesiástica corporativa sin tomar en cuenta seriamente, las instrucciones de Dios. Regresar voluntariamente al camino establecido por Dios, requiere modificar nuestra agenda para colocar en primer lugar lo que Dios indica. Si quiere un retrato del cristianismo para este tiempo, léase la descripción que hace Jesucristo para el último período histórico identificado por el mensaje a la iglesia de Laodicea en Apoc. 1:1-3 y 3:14-22.  

La pluma inspirada afirma que: “Los principios presentados en el libro de Deuteronomio para la instrucción de Israel, deben ser seguidos por el pueblo de Dios hasta el fin del tiempo.” Notas de E.G. White, La verdad presente en Deuteronomio, pág. 62.7, y Profetas y Reyes capítulo 46.5-10 (el punto 5 hasta el 10 indica que va desde la mitad de la página hasta el final de esa página. Recuerde que versiones recientes pueden variar la paginación). Esto nos indica que la situación espiritual en tiempos de Israel se repetiría en todos los períodos históricos descritos en los mensajes a las siete iglesias. Hoy día, la iglesia debería seguir el camino señalado por Dios como se describe en el libro de Deuteronomio. En otras palabras, la gravedad y complejidad del problema espiritual (observe que no digo del problema religioso), ha sido la misma en toda época; por ello, la solución es la misma, y el consejo e instrucción divinos son los mismos. 

Deuteronomio fue la guía para Israel y Judá, así como debe ser la guía para la iglesia cristiana en el actual período de Laodicea.A Israel literal se le mostró ‘el camino’, y ese mismo camino es el señalado para el Israel espiritual (el de hoy). La guía, agenda o ‘camino’ señalado por Dios para la iglesia de hoy, es el mismo camino que Dios señaló a Israel por medio de Moisés; sin embargo, la situación es más compleja hoy. Desde el siglo XV e.c. los libros Sagrados han estados disponibles para el pueblo, de tal manera que si los dirigentes espirituales fallan en seguir las indicaciones de Dios (a esto llamamos responsabilidad corporativa), los hijos de Dios son responsables individualmente ante Dios.

Por lo expuesto, recalcamos, que el libro de Deuteronomio es el libro del Antiguo Testamente que debe ser la base de estudio e investigación bíblica para nuestros días. Para nuestro tiempo, adicional al libro de Deuteronomio se añade el libro de Apocalipsis (En inglés: Revelation) en el Nuevo Testamento, donde en sus tres primeros capítulos señala lo que debe hacer la iglesia; es resto de capítulos describe lo que Dios va a hacer. Los ‘especialistas’ en Apocalipsis gastan mucho tiempo tratando de descubrir los movimientos de Dios, pero ignoran lo que la iglesia debe hacer. No se deje confundir con el énfasis evangélico y protestante surgido a partir de 1.790 e.c. donde se declaró que la gran comisión es la misión de la iglesia. No hay registro bíblico que la misión original dada a Israel fue anulada pues la soberanía de Dios ¡no puede ser anulada! Tampoco se puede anular el requisito de santidad para entrar al reino de Dios. 

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