Refresquemos brevemente la experiencia de Saulo. Él se dirigía a Damasco “respirando amenazas y muerte contra los discípulos del Señor” Hech. 9:1. Era un hombre sincero que estaba sinceramente equivocado. En el camino a Damasco “cayendo en tierra, oyó una voz que le decía Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Hech. 9:4, y allí, en el polvo del camino a Damasco, tuvo el privilegio de conocer, que ‘las cosas no estaban funcionando bien’ en el pueblo de Dios. Me imagino que Dios le dijo algo así como: Saulo, las cosas no son así como te las han enseñado. Con esta revelación divina, Saulo de Tarso que era su nombre judío hebreo se convirtió en Paulo de Tarso que era su nombre griego, y fue llamado el apóstol de los gentiles (gentil era la palabra que identificaba a un no-judio).
Saulo cayó en tierra con la cosmovisión hebrea que había recibido a través de los años. Se levantó con la cosmovisión divina, que Dios le había aclarado (cosmovisión es la visión o concepción global del universo). Él analizaba el mundo desde la concepción judía que le habían enseñado; ahora tenía la concepción desde el punto de vista de Dios y fue comisionado para dar buenas nuevas a gente que tenía una concepción griega, egipcia, pagana, etc. Este es un punto importante que debemos tener en cuenta, porque hoy, todavía seguimos utilizando términos y expresiones que la gente no entiende y que hace necesario que pensemos cómo decir las cosas de una manera sencilla, que pueda ser entendida por todos.
A nosotros también nos corresponde preguntar: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”. Y gracias a Dios que Él se anticipó a esta pregunta e indicó a Moisés que recapitulara la revelación que Dios le había a Israel, Su pueblo especial. Los treinta y cuatro capítulos de Deuteronomio señalan lo que Israel y sus dirigentes debían hacer: “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabras que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” Isa. 30:21. ¿Lo captamos? No es necesario inventar nada nuevo en relación con el plan de Dios para este mundo. Todo quedó hecho, y quedó bien hecho. Fue Dios quién lo diseño. En las agendas personales e institucionales la prioridad la debe tener lo indicado por Dios (una agenda es una relación ordenada de asuntos, compromisos o quehaceres de una persona o de una organización en un período).
Después de dar una breve descripción histórica del pueblo de Israel, Moisés en los primeros tres capítulos exhorta al pueblo y a sus dirigentes a no desviarse del camino; Moisés registró: “Ahora, pues, oh Israel, oye los estatutos y decretos que yo os enseño, para que los ejecutéis, y viváis…” Deut. 4:1 En el versículo siguiente Moisés advierte: “No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella…” Deut. 4:2, y luego aconsejó: “Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia…” Deut. 4:6. En Deuteronomio 5 Dios ratifica el pacto con Israel y lo describe en diez declaraciones magistrales, conocidas comúnmente como los Diez Mandamientos (aunque en realidad toda la revelación de Dios a Moisés contiene 613 mandamientos, más uno extra que es el mandamiento olvidado. Los mandamientos describen en primer lugar la soberanía de Dios y el respeto que hay que tener al Dios de Israel y a los hijos del Dios de Israel.
En Deuteronomio 6 está la famosa Shemáh o Shamáh que es la primera palabra de esa declaración, y significa ‘oir con inteligencia’, con atención, con cuidado, con interés para aplicarlo o llevarlo a la práctica: “Oye, Israel, Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ella estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” Deut. 6:4-7. Dios presenta esta fabulosa oferta con una opción: La acepta o rechazas, la tomas, o la dejas.
En Deuteronomio 7 describe que en el plan de Dios para recuperar a la humanidad, Dios consideró necesario tener un pueblo especial (Israel), que sirviera como modelo para las otras naciones. Este pueblo a su vez sería un nuevo estado o nueva nación en la cual Dios mismo sería el rey, no otro. En las instrucciones dadas a Israel por intermedio de Moisés, se incluyeron leyes que debían aplicarlas como nación. Esas leyes no se transfirieron a la iglesia cristiana, porque el cristianismo no fue establecido como otra nación. Dios utilizó el modelo de la ekklesía, que era un modelo que se aplicaba en las ciudades y poblaciones griegas por el cual el grupo de ciudadanos tomaban decisiones para resolver o solucionar problemas y mejorar el desarrollo de la población. El cristianismo no debe ser un estado político o una nación.
Moisés le comunicó al pueblo: “Porque tu eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra…Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones…Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas. Y por haber oído estos decretos y haberlos guardado y puesto por obra, Jehová tu Dios guardará contigo el pacto que juró a tus padres.” Deut. 7:6-12
Observe que las promesas de Dios se expresaron en forma condicional. No nos confundamos al pensar que podemos hacer lo que queramos, interpretar las Escrituras como nos parece, reservarnos el derecho de aplicar o ignorar lo que consideramos importante, y luego…esperar que Dios cumpla sus promesas porque Él lo prometió y se registró en los libros sagrados. Sí es verdad que lo prometió, pero también es verdad que estableció una condición por medio de la cual el pueblo debía demostrar que Dios era Dios en la vida de las personas, y en la vida de los dirigentes. Si no se cumple esta condición, no se debe esperar la bendición. Los asuntos relacionados con Dios se deben tratar en forma seria y respetuosa, y con la solemnidad que corresponde al Dador de la vida.
No presentemos las cosas demasiado fáciles, cuando Dios en su Palabra dice que eso, no es así. No se admiten modificaciones, ni hay descuentos especiales. Cuando Dios dice: “Yo te aconsejo que de mi compres…” Apoc 3:18, señala que la oferta de Dios tiene un precio. Comprar ha significado a través de los siglos una transacción o trato, donde hay intercambio de valores. Entregamos valores humanos, para recibir valores divinos. Por ello, el mandato que se dio en el Monte de Sinaí no era una sugerencia, era algo necesario y requerido: “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.” Lev. 19:2. Israel tenía que concentrarse en la tarea de la santificación y no lo hizo. La santificación fue enseñada e ilustrada por el Santuario, tal como lo señala el libro de Deuteronomio.
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