LA UNIDAD EN LA IGLESIA-2

Por Mario Niño, DMin.

En la primera parte de esta serie mencionamos que fue la-rebelión-y-el-rechazo-de-Dios lo que generó la desobediencia, porque tanto la obediencia, como la desobediencia no se producen solas, pues están en relación directa con una causa, y esa causa es Dios. Los problemas de Israel no eran los resultados malos o negativos. Según la ley de Causa y Efecto que dice que nada ocurre por azar y que todo efecto, positivo o negativo tiene una causa, podemos concluir que los problemas en Israel estaban ubicados en la causa. Si ellos hubieran solucionado el problema que estaba en la Fuente, los resultados hubieran fluído libremente. Si la relación con Dios es genuina, los resultados fluirán automáticamente entre los cuales estarán la unidad, la obediencia, la armonía.

En la lección # 2 el Dr. Fortín analiza las ‘Causas de la Desunión’. La lección se divide en dos secciones: En la primera parte se hace referencia a diferentes períodos en Israel donde el pueblo fue rebelde, donde cada uno hacía lo que bien le parecía (período de los jueces), y finalmente durante el reinado de Roboam que asumió la dirección del pueblo a la muerte de su padre Salomón en el año 931 a.e.c. Al enseñar cada lección, debemos refrescar la memoria de los asistentes en relación con el propósito general de la lección para el trimestre que es “brindar instrucción bíblica sobre el tema de la unidad cristiana…” y a renglón seguido, conectarlos a la lección del día, que en este caso es condirar las causas que generan las divisiones o la desunión (palabra que significa romper la unidad).

Hay un peligro que es necesario evitar. Por ejemplo, en esta lección, el maestro puede quedarse mucho tiempo en las referencias históricas colaterales o contrastantes y luego cuando al ir a exponer la parte principal o contral que en este caso es analizar las causas de la desunión, se encuentra con ya el tiempo asignado para la lección se terminó y como resultado, no pudo explicar cuál era o cuáles eran las causas de la desunión. Esto sucede a menudo y los dirigentes de la escuela sabática deben tomar nota de esta situación y buscar la manera de solucionar esta falla, pues los que se perjudican son los miembros de la iglesia que anhelan ser consolidados y fortalecidos con cada tema expuesto. Los esfuerzos del autor, de la comisión que trabaja en la revision de los manucristos, del director y coordinador de la Guía de Estudio, y de la administración de la iglesia en general, quedan en nada y no se logra el objetivo, porque los maestros no lograron definir el propósito de la lección o se desviaron del tema.

Los autores de las Guías de Estudio de la Biblia necesitan incluir referencias históricas o colaterales para presentar un panorama amplio del tema del trimestre. Pero no es el propósito que los maestros se queden entretenidos en las hojas de los árboles, cuando el objetivo es concentrarse en los frutos y permitir que los frutos alimenten a la grey. Creo que aquí hay una necesidad y el director de la Escuela Sabática en cada nivel de la estructura denominacional debe hacer un esfuerzo para promover cursos de capacitación de maestros, que les permitan a todos ellos, saber cómo preparar y presentar cada sábado la lección que corresponde.

Hablando de la importancia de la Unidad de la Iglesia, el apóstol Pablo escribió a los Corintios: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestros Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer.” 1-Cor. 1:10. Hablamos de lo que sabemos, de lo que conocemos, de lo que entendemos. Para lograr que en la iglesia ‘todos hablemos una misma cosa’, se requiere que el conocimiento de Dios, de Sus principios y valores, de Sus instrucciones e indicaciones, de Su plan en relación con el pueblo de Dios, del manejo o administración de la iglesia, y de los métodos de Dios, sea un conocimiento accesible a todos, y no solamente lo tengan unos pocos. Así que hay un campo enorme para multiplicar los seminarios de orientación y capacitación permitiendo que sean accesibles a todos los miembros de la iglesia.

Analicemos lo siguiente: Si todos sabemos y respetamos las indicaciones de Dios, y todos aceptamos el consejo dado por medio del profeta Isaías cuando dijo: “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda.” Isa. 30:21, todos vamos a seguir por el mismo camino, porque no hay sino un solo camino. Se logra la unidad de acción, porque no tenemos ni siquiera la opción de desviarnos un poco a la mano derecha o a la mano izquierda.

Para ilustrar este tema de la Unidad de la Iglesia, permítanme compartir la experiencia que tuve en un campamento de capacitación y actualización teológica en Colombia. Era un día de semana hacia el final de la semana y cuando entramos a la ducha y abrimos la llave, no fluyó el agua. Otros de los acampantes estaban también en las duchas, así que se oían los gritos de agua, agua, insistentemente. Al investigar la causa, el mayordomo del campamento encontró que el tanque de almacenamiento del agua, estaba vacío. Enseguida él pensó que ‘algo’ estaba bloqueando la tubería para la captación del agua. Al llegar a la fuente, encontró que en efecto había un bloqueo y fue necesario eliminar lo que estaba impidiendo que el agua fluyera. El lo hizo, el agua fluyó hacia el tanque de almacenamiento, y pronto se escuchó la alegría de los delegados porque se había solucionado el problema.

En relación con la Unidad de la Iglesia, la situación es similar a la ilustración del agua. Si no hay agua en el tanque, no sale agua en las duchas. La unidad es un resultado, un efecto que depende de una causa. El problema de la iglesia no está en los resultado o efectos, sino en la causa y la Causa es Dios. Si Dios fuera aceptado como Dios en la vida de los cristianos o en este caso en la vida de los adventistas del séptimo día, si las vidas de todos nosotros fueran guiadas por los principios y valores de Dios, por los parámetros e indicaciones de Dios y por los métodos de Dios, el resultado autómatico sería la unidad, y esa unidad no viene sola, viene acompañada de sumisión, obediencia, armonía, y elementos positivos afines a esa maravillosa experiencia.

Cuando no hay unidad en la iglesia, no recurra a la sicología, ni a la sociología, porque el problema está en la Fuente. Elimine lo que está impidiendo que el “agua” fluya. Busque cómo remover el orgullo y la suficiencia propia, y luego sométase voluntariamente a Dios, y usted comprobará cómo el problema de la falta de unidad se soluciona. Si tienes a Dios en tu vida se produce la unidad. Si no tienes a Dios en tu vida, se produce division, desunión. Así de sencillo. Fue el profeta Miqueas quien dijo en al año 740 a.e.c.: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar Misericordia, y humillarte ante tu Dios.” Miq. 6:8. Humillarte significa someterse. Permitir que Dios sea supremo en la vida de sus hijos; entonces Dios tendrá el derecho de entrar y transformar la vida de cada creyente. Una afirmación retórica de que Dios es mi Dios, no va a generar ningún cambio, ni va alterar ni corregir ninguna situación. Ya es el tiempo de permitir que Dios sea Dios en la vida de la iglesia!

“De vosotros depende la felicidad que gozaréis en esta vida y en la vida futura e inmortal…Qué importante es que cada uno considere hacia dónde va guiando las almas! Estamos en el umbral del mundo eterno…” E.G. White, Mi vida hoy, p. 123, citado en Notas de E.G. White, p. 15, 2018.

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Más información sobre el reavivamiento en: YouTube/Reavivamiento en Laodicea – Pr. Mario Nino. Comentarios o preguntas:  nino@andrews.edu

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