Pr. Mario Niño, DMin.
Una de las responsabilidades importantes de todos aquellos que enseñan, predican, o investigan la Palabra de Dios es aclarar los términos por su significado en el idioma original. En el estudio de las Sagradas Escrituras, debemos recordar que los primeros libros del Nuevo Testamento se escribieron gracias a la revelación de Dios. Fueron la Epístola Universal de Santiago (escrita en el año 44 e.c.), y once años después, el Evangelio según San Marcos (año 55 e.c.). Es importante reconocer el año de su divulgación, porque como dijo un gran sabio, “Lo primero es lo primero”. Dicho de otro modo, lo básico, lo principal, lo importante debe ser comprendido en primer lugar.
Encontramos que de los escritores bíblicos quien primero hace mención de la fe, es el libro de Santiago. El dice: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada…” Sant.1:5,6. La palabra fe (gr. pistis),significa persuasión, creencia, convicción moral, seguridad, fidelidad. El autor usó de nuevo este término cuando dijo: “Hermanos míos, que vuestra fe (pistis) en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas.” Sant. 2:1.
Tan importante fue aclarar el significado de la fe, que Santiago dijo: “ Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Sant. 2:14. Aquí debemos destacar dos premisas importantes: En primer lugar, es necesario entender que no es la fe la que salva, sino Dios es el que salva. Debemos tener cuidado en ubicar la posición correcta, para no dar la impresión que “las cosas de Dios”, son las que tienen el poder. En el AT., no era la ley de Dios, ni el santuario o el templo los que tenían el poder. Era Dios quien tenía el poder y continúa teníendolo. Santiago entonces nos llama la atención a ubicar correctamente las prioridades en relación con Dios, y con la salvación ofrecida por Dios.
La segunda premisa es que “la fe si no tiene obras es muerta” Sant. 2:17,20. Aquí entramos en un verdadero campo de batalla en el mundo religioso, donde hay grupos que apoyan la fe sola (lat. Sola Fide), como fue la posición de Lutero. Otros defienden que las obras son indispensables. Este conflicto lo generaron los teólogos cristianos. La verdad es que Santiago lo que quería enfatizar era la ley universal de ‘causa y efecto’. ¿Cómo sabemos si existe la fe? Muy sencillo: Cuando existe la fe, se expresa automáticamente. Cuando no existe la fe, no se refleja, no se expresa. Se nos está diciendo que si no se ven los resultados, la verdad es que no existe la fe.
Algunos dicen: Dios conoce mi corazón y lo que vale es lo que está en el corazón. Estas personas están usando como soporte bíblico, las palabras que Dios dirigió a Samuel cuando el profeta vió a Eliub, y pensó que Eliab era el ungido de Jehová. Pero no era así. Eliub no era el ungido. “Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” 1 Sam. 16:6,7. Si el corazón está bien, el exterior lo va a demostrar. En una vida auténtica, si alguien aparenta estar bien, la verdad es que no lo está y si alguien que está mal intenta producir frutos (buenas obras), de todas maneras no serán aceptados. Las obras son el resultado automático de una relación y experiencia correcta donde Dios es supremo.
Lo que Santiago nos está indicando es que si los frutos no aparecen, no se ven, es porque hay ausencia de esa fe, es decir, la fe que significa ‘creencia, convicción moral, seguridad, fidelidad’, plena y auténtica confianza en Dios. Hoy día es lamentable que por no aclarar el significado de la palabra pistis en su idioma original, las personas se han hecho a la idea, que fe es creer, es decir una aceptación intelectual. Fe es creer y también es confiar. Uno puede creer, sin confiar pero no puede confiar sin creer, porque para confiar se necesita tener la certeza, la seguridad, la convicción de que Dios existe. Heb. 11:1. Tan necesario era entender este punto, que Santiago añade: “Tu crees que Dios es uno; bien haces. Tambien los demonios creen y tiemblan.” Sant. 2:19. ¿Significa acaso que por solo creer en Dios, los demonios van a ser salvos?
Fue fantástico que Santiago hiciera esta aclaración, porque nos dice que la retórica en asuntos de salvación, no funciona. No es aceptable. En relación con la fe, la tienes o no la tienes y si no la tienes, no la tienes! Porque si la tuvieras, se manifestaría. Este texto no está estableciendo una rivalidad entre la fe y las obras (frutos). Enfatiza la importancia y la realidad de la fe. Si una vida falsa intenta generar frutos para demostrar que tiene fe, no le sirve de nada porque no se puede engañar a Dios. En cambio una vida genuina ni tiene que ser presionada para generar frutos, porque como lo enseña la naturaleza, si el árbol tiene vida y está alimentado con los nutrientes adecuados, los frutos se producen automáticamente.
¿Por qué es necesario aclarar este asuntos de los frutos? Por dos razones:
1. Porque la salvación depende de una auténtica relación con Dios en la cual se incorporan a la vida del ser humano, los principios, valores e instrucciones de Dios, y esto se logra (valga la aclaración) con la ayuda y el poder del Espíritu Santo y se nota en las decisiones que se toman día a día. La persona está diciendo a través de las decisiones quién es Dios en su vida. Está diciendo: Dios es supremo! Los principios y valores de Dios tienen prioridad sobre principios y valores del ser humano. La fe es como el amor: Si lo tienes, lo tienes y se manifiesta, sin que se utilice la fuerza.
- Los frutos son necesarios en el cristianismo, porque justamente fue por la falta de frutos en el judaísmo, que el Señor Jesús declaró: “Os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él.” Mat. 21:43. Así fue como el reino de Dios se transfirió al cristianismo. Si el cristianismo no produce los frutos, entonces Dios nada logró con transferir el reino (del judaísmo al cristianismo). Permítame añadir algo más: Los judíos no dieron los frutos esperados, porque Dios no era el centro de su vida. Si en el cristianismo tampoco se ven los frutos, es porque Dios tampoco es el centro de la vida. ¿Qué debemos hacer? ¿Multiplicar nuestras predicaciones para hacer ver que es urgentísimo producir los frutos? No! Lo que necesita la iglesia hoy, es seguir el consejo de Dios a la iglesia de Laodicea: “Te aconsejo que de mi compres oro refinado en fuego.” Apoc. 3:18. Ese mí, es una referencia a la Divinidad. Ya es tiempo de permitir que Dios sea Dios y que Dios vuelva a ser el centro de las agendas, la predicación y la misión de la iglesia.
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Agradecemos sus comentarios y opiniones enviando un correo a: nino@andrews.edu
Mayor orientación sobre el reavivamiento espiritual puede encontrarlo en: Reavivamiento en Laodicea – Pr. Mario Niño -YouTube (en este caso debe incluir la ñ).
Gracias pastor…. sigo aprendiendo.!!
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Gracias psstor… sigo aprendiendo
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