Por Mario Niño – DMin.
El primer artículo de esta serie tuvo como propósito dejar en claro: ¿Por qué falló el judaísmo en la representación del reino de Dios? La respuesta correcta es: La ausencia de frutos. Se analizó además cuáles son los frutos en referencia por cuya ausencia el pueblo de Israel o la nación judía perdió la representación del reino de Dios en esta tierra. Este segundo artículo de la serie se propone considerar el proceso y las directrices divinas para producir los frutos; es un proceso que en Israel solo unos pocos siguieron pero que la mayoría no lo hicieron y por ello no se produjeron los frutos como nación.
Lo curioso es que el cristianismo tampoco está dando los frutos porque no se están siguiendo las indicaciones de Dios. Hay algo más que debemos señalar: Mientras el judaísmo se equivocó al colocar la torah (mandamientos, instrucciones y enseñanzas) por encima de Dios y se quedaron únicamente con las formas y liturgia que no tienen significado para Dios porque no las respaldaba una vida acorde a los principios y valores del reino de Dios. Eso lo escribió Isaías en el 740 a.e.c. cuando registró el pensamiento de Dios al decir: “¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos y carneros…¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? Isa. 1:11-13
Reconocemos que el judaísmo falló al no dar a Dios la prioridad que le corresponde como Dios soberano. Pero, en el cristianismo fue peor. A partir del siglo IV y hasta el siglo XVI e.c. la unión y la amalgama (mezcla de cosas de naturaleza contraria o distinta) entre el cristianismo y el paganismo del Imperio Romano generaron una desviación del sendero original que a medida que pasaba el tiempo se iba distanciando más de las indicaciones del cielo, hasta llegar al punto de alterar los propósitos y las decisiones de Dios de tal manera que hoy tenemos un cristianismo que no es cristianismo.
La situación real es la siguiente: Lo que no se hace en tiempos de paz, hay que hacerlo en tiempos de guerra. Lo que no se emprende en tiempos de las vacas gordas, hay que hacerlo en tiempos de las vacas flacas. Hoy, es necesario advertir la grave crisis que tiene el cristianismo al no producir los frutos que Dios espera. Es urgente informar a los confiados creyentes de todas las denominaciones cristianas, que lo que pensamos que está bien en el cristianismo, no lo está y lamentablemente ‘el tiempo se está acabando’. No me refiero al tiempo de la tierra, del globo, del cosmos, me refiero al tiempo que Dios nos asignó para vivir y que nadie sabe cuántos años serán ni cuántos años quedan a nivel individual.
Lo que digo, lo digo por usted, lo digo por mi, lo digo por todos los seres humanos. He visitado catedrales católicas, iglesias ortodoxas, salón del reino de los testigos de Jehová, templos mormones, instalaciones de Amish, templos menonitas, iglesias adventistas y he encontrado en todas esas denominaciones creyentes sinceros, honestos y confiados en que lo que han escuchado desde los púlpitos es en verdad la Palabra de Dios y son las indicaciones de Dios. Están seguros y confiados de calificar para el reino de Dios porque afirman que están en la iglesia verdadera. Hasta algunos piensan que al momento de morir van directo al cielo.
No hay diferencia alguna entre un judaísmo sin frutos y un cristianismo sin frutos. Y sin frutos, ni el judaísmo ni el cristianismo califican para el reino de Dios. Así que lo feligreses están enfrentando un dilema porque piensan que están y no están, que son y no son, que van y no van. Tremenda sorpresa que descubrirán en el juicio final a la final trompeta, a menos que nosotros nos armemos de valor y les entreguemos un evangelio completo, íntegro, sin alteraciones. Recuerde: Si Dios no toleró un judaísmo sin frutos, tampoco tolerará un cristianismo sin frutos. Así que concentrémonos en lo que genera los frutos para entender por qué no hubo frutos en el judaísmo y por qué no hay frutos en el cristianismo.
La producción de frutos sigue la ley de causa y efecto. Si tienes los elementos que generan los frutos, entonces los frutos se producirán normalmente, sin presión, sin angustia. Si no tienes los elementos que generan los frutos, no habrá frutos. Es como vivir en una casa o apartamento que tiene un sistema de seguridad que responde a una llave, clave o sensor. Si tienes la llave, o tienes la clave o tienes el sensor, entonces puedes entrar. Si no la tienes, no puedes entrar. Así de simple. Aclaremos entonces cuáles son los frutos a los cuales se refirió el Señor por medio de parábolas.
En el Antiguo Testamento (AT) el profeta Isaías escribió: “Tenía mi amado una viña en una ladera fértil…y esperaba que diera uvas, y dio uvas silvestres.” Isa. 5:1-7. Aquí la viña es una referencia directa a la casa de Israel. En el Nuevo Testamento (NT) Lucas registró igualmente la parábola de la higuera estéril. “Hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo hallo.” Luc13:6-9. Gracias al don profético sabemos que los frutos son los principios del reino de Dios que se manifiestan en un carácter semejante al carácter de Dios.
E. G. White hablando del pueblo de Israel dijo: “Debían revelar los principios de Su reino. En medio de un mundo caído e impío tenían que representar el carácter de Dios.” E.G. White, Palabras de Vida del Gran Maestro (PVGM), p. 232.6. Por eso decimos que los frutos son los principios, verdades y valores del reino de Dios que son incorporados al carácter del ser humano por el Espíritu Santo y reflejan el carácter de Dios. Si esto se lograba, los israelitas tendrían dos beneficios: (1) Calificarian para vivir en el reino de Dios y (2) Darían testimonio espontáneo de los principios y valores del reino de Dios.
Cuando Dios le indicó a Moisés que llevara al pueblo de Israel al monte del Sinaí, tenía como fin explicar la razón por la cual Israel se organizó como un pueblo especial Deut. 7:6-9. Allí se expresó la declaración de propósito o declaración de misión cuando Dios dijo: “Porque yo soy Jehová que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: seréis, pues, santos, porque yo soy santo.” Lev. 11:45 Estas eran las órdenes de marcha, directas y precisas. Israel tenía la responsabilidad de recorrer el camino de la santidad a fin de llegar ser aptos para vivir en el reino de Dios. Esta era en verdad la misión dada a Israel, que no debe confundirse con la gran comisión dada a los discípulos.
Al concentrarse el cristianismo en la gran comisión como si fuera la misión, el pueblo se expone a olvidar que al no lograr la transformación del carácter, no estará en condiciones de vivir en el reino de Dios. E.G. White dice: “Debemos tener fervor para asegurar nuestra propia salvación y para salvar a otros.” Testimonios para la iglesia t. 1 p. 118.9 ¿Qué tal que al cielo lleguen los otros sin nosotros?
El Santuario ilustraba cómo recorrer el camino de la santidad. El atrio contesta la pregunta: ¿Qué debo hacer para ser salvo? El altar del holocausto señala al “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. El lugar santo responde la pregunta: ¿Qué debo hacer para mantener el nivel espiritual y la comunión con Dios? La respuesta se encuentra en los símbolos del pan, el incienso y la lámpara. Simbolizan la Palabra de Dios, la comunicación permanente con Dios y el fuego del Espíritu Santo enviado por Dios que transforma las vidas de los hijos de Dios.
Para comentarios o preguntas dirija su correo a: nino@andrews.edu No se pierda el siguiente artículo de
la serie “Del Judaísmo al Cristianismo-3” en la página web: www.inter-religioso.com
Dios los bendiga, gracias por compartir estos materiales tan útiles. Claudia Quintero desde Bogotá Colombia
El mié., 25 mar. 2020 a las 4:09, Inter-Religioso () escribió:
> mnino99 posted: ” Por Mario Niño – D. Min. El primer artículo de esta > serie tuvo como propósito dejar en claro: ¿Por qué falló el judaísmo en la > representación del reino de Dios? La respuesta correcta es: La ausencia de > frutos. Se analizó además cuáles son los frutos e” >
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