Reconocemos que la lectura de la Biblia ha traído inspiración y consuelo a miles de personas; sin embargo, solo leerla, no es suficiente. Es necesario estudiarla, investigarla. Para ello se requiere: 1. Conocer los tiempos en que ocurrieron los eventos (esto es cronología). 2. Ubicar los lugares (geografía). 3. Conocer el significado de las palabras utilizadas en el idioma original (filología). En pocas palabras, es conocer el marco histórico, lingüístico y cultural relacionados con la narración. Para estudiar la Biblia se requiere instrucción y capacitación en cuanto a cómo estudiarla. ¿Por dónde comenzar? ¿Qué vamos a investigar? Cuandp Felipe le preguntó al eunuco etíope: ¿Entiendes lo que lees? La respuesta fue: “¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare?” Hech. 8:30,31. Esa es una gran verdad. No es simplemente adquirir una Biblia y comenzar a leer. A propósito, la Biblia no es ni católica ni protestante. Se usan esos términos para identificar la editorial que los publica, pues la Biblia católica tiene varios libros que el canon hebreo no los acepta como inspirados. La Biblia protestante incluye solo los libros oficiales reconocidos como sagrados por las autoridades hebreas.
Empecemos por señalar que desde la creación hasta el diluvio la comunicación de Dios con el ser humano fue verbal (Gen. 3:9,10). Con el pueblo de Israel, la comunicación divina fue verbal y escrita. Alrededor del año 1500 a.e.c. (antes de la era común), la revelación que Dios se impartió al pueblo de Israel por medio de Moisés, y se reconocen como las escrituras hebreas. Los idiomas utilizados fueron: hebreo y arameo, idiomas semíticos del área de Mesopotamia. Los libros se escribieron en pieles de animales limpios (heb kosher), y se juntaron para formar un rollo. Hoy los identificamos con la palabra libro, en vez del término literal rollo. Los libros o rollos escritos por Moisés fueron Génesis (1500 a.e.c.), que cuenta la historia de los orígenes de la humanidad y del pueblo de Israel. Éxodo (1440 a.e.c.), el libro de la legislación. Levítico (1440 a.e.c.) que contiene las instrucciones sobre el santuario. Números (1410 a.e.c.), que describe los deberes de los levitas. En 1405 (a.e.c.), y por indicación de Dios, Moisés escribió el libro de Deuteronomio (heb devarim), que es el resumen o compilación de los primeros cuatro libros. Fue escrito para la nueva generación de hebreos que habían nacido en el desierto.
Esos cinco libros constituyeron la torah, palabra hebrea que significa instrucción, enseñanza, leyes y mandamientos de Dios. Estos libros se convirtieron en el código de ética dado por Dios que indicaba cómo debían vivir los israelitas como pueblo especial. Es importante tomar en cuenta que las leyes, mandamientos, decretos estatutos y ordenanzas no eran un parámetro de salvación para determinar quién se salva o quién se pierde como algunos los malentienden hoy. Esas instrucciones eran un manual de conducta acerca de cómo vivir en armonía y en paz con Dios y con los hombres. La salvación de los seres humanos se determinó antes de la fundación del mundo, como lo afirmó el apóstol Pablo en Efe.1:4, (cuando aún los seres humanos no habían sido creados) y no en el siglo XV a.e.c. cuando se dieron esas instrucciones a Moisés.
Los libros de Moisés fueron reconocidos como leyes e instrucciones de Dios para Israel. Conformaron la Biblia hebrea que en la Biblia cristiana aparecen en el Antiguo Testamento. Describen: 1. ¿Quién es Dios? 2. ¿Cuál fue el problema que surgió en el reino de Dios? y 3. ¿Cuál fue la solución de Dios a ese problema? El libro Deuteronomio es el compendio de los cuatro primeros libros de Moisés. La segunda sección de la Biblia hebrea la conforman los libros de los profetas y la tercera sección denominada “Los Escritos”, está formada por los libros históricos y de sabiduría. Alguien podría preguntar: ¿Cuál es la diferencia entre la primera sección de la Biblia hebrea y la otras secciones? Aquí está la respuesta: En la primera sección Dios dió instrucciones acerca de cómo se debe vivir en comunidad y señaló: “Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la izquierda” Isa. 30:21. En las otras dos secciones se describe qué ocurrió cuando Israel siguió o ignoró esas instrucciones. En el 605 a.e.c. Jeremías escribió: “Así dijo Jehová: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestras almas.” Jer. 6:16. Esta declaración incluye una promesa.
Todas las instrucciones, leyes y enseñanzas de Dios que según los eruditos hebreos fueron 613, se pueden resumir en diez declaraciones que conocemos como la ley moral o los Diez Mandamientos. Se simplifican en dos declaraciones: “Amarás al Señor tu Dios…y amarás a tu prójimo como a ti mismo” Mar. 12:28-31. Mateo añade que de estas dos declaraciones depende toda la ley (heb tora), y los profetas (heb nebi’im), que es la segunda sección de la Biblia hebrea. Todo esto descansa sobre el soporte fundamental que es el amor de Dios, y que a través de los dos principios reguladores “hacer justicia y amar misericordia” Miq. 6:8, impiden al hijo de Dios cometer injusticias y generar sufrimiento. Moisés resumió las instrucciones de Dios, cuando dijo: “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad? Deut. 10:12,13.
Algunos tienen la idea que Dios dió un tratamiento preferencial al cristianismo, y que no exige el cumplimiento de ninguna ley, ni estatuto, ni mandamiento. ¿Podría un Dios de justicia poner las cosas muy difíciles para los del Antiguo Testamento, y muy fáciles para los del Nuevo? La respuesta es no. Por ello, los principios y valores de Dios en el Antiguo Testamento también se aplican en el Nuevo Testamento porque principios y valores son eternos y son aplicables a cada cultura y cada generación alrededor del mundo. En el Nuevo Testamento los libros fueron escritos en el griego koiné (griego común) durante el primer siglo de la era cristiana. Cristo dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mi.” Juan 5:39 y se estaba refiriendo a la Biblia hebrea versión Septuaginta (o versión de los Setenta), que es la Biblia hebrea traducida al griego por orden del rey Ptolomeo II Philadelpho (284-246 a.e.c.). Recuerde que antes de Cristo los libros del Nuevo Testamento no se habían escrito todavía pues se escribieron entre los años 44-95 e.c.
Las secciones del Nuevo Testamento son cinco: 1. Los evangelios, 2. Las cartas Paulinas, 3. Las cartas generales, 4. Un libro histórico, y 5. Un libro Profético. La división de la Biblia en capítulos fue organizada en el siglo XII por el arzobispo inglés Stephen Langton (1150-1228 e.c.) arzobispo católico romano de Canterbury (Inglaterra), quien estudió y enseñó teología en París. La subdivisión en versículos como la conocemos hoy se debe al impresor francés Robert Estienne realizada en el siglo XVI (1553). Hoy tenemos la fortuna y el privilegio de tener traducciones de la Biblia en muchos idiomas, de modo que podemos leerla en nuestra propia lengua. Además, hay herramientas disponibles, que nos facilitan la comprensión y el estudio de la Biblia, a fin de conocer lo que Dios espera de cada ser humano. La Biblia requiere que se haga un procedimiento correcto para que la interpretación sea correcta. Si no se aplica el procedimiento correcto, se va a llegar a interpretaciones incorrectas y esta es la razón por la cual en el cristianismo los problemas de interpretación han llevado al establecimiento de más de 44.000 denominaciones cristianas que es una cifra abrumadora y sorprendente, pues todas se basan en un mismo libro: La Biblia.
Si en la investigación bíblica se sigue el procedimiento adecuado, se llega a la interpretación verdadera. Si no se sigue el procedimiento correcto, la conclusión no es verdadera. A menudo se utiliza el silogismo que Aristóteles lo consideraba fundamental en el conocimiento científico. El silogismo es el argumento por el cual dos juicios o premisas llevan a un nuevo juicio o nueva conclusión. Pero esto requiere que la primera premisa sea verdadera, y las subsiguientes también. Si la primera premisa no es verdadera, el procedimiento no concluye en una declaración verdadera. Veámoslo: Cada una de las 44.000 denominaciones u organizaciones cristianas afirman: 1. Nosotros tenemos la verdad y por lo tanto somos la iglesia verdadera. 2. Como somos la iglesia verdadera formamos parte del reino de Dios. 3. Como formamos parte del reino de Dios tenemos asegurada la entrada en la tierra nueva, llamada también la Nueva Jerusalén. Analicemos la primera declaración: ‘nosotros tenemos la verdad’. Pregunto: ¿Pueden 44.000 conceptos diferentes ser todos verdaderos? La respuesta es obvia. Analicemos ahora dando un ejemplo específico.
En las religiones e iglesias que adoran al mismo Dios, unas consideran el día viernes como el día sagrado para la adoración adoración; otras consideran que el día sábado es el verdadero día de reposo y muchas otras en el cristianismo consideran que el día domingo es el verdadero día de reposo. La pregunta es: ¿Cuál es el verdadero día de reposo? De las tres declaraciones, solo una de ellas debe ser la correcta, pero no todas las tres declaraciones. Un estudio cuidadoso de las escrituras hebreas indica que Dios al final de la primera semana de la creación: “Reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo y lo santificó.” Gen. 2:2,3. Hemos subrayado los tres verbos para que se facilite la observación: Reposar (heb. shabbat), bendecir (heb. Barak) y santificar (heb. kadash). Esta cita comprueba que el verdadero día de reposo es el séptimo día o día sábado en nuestros calendarios. No solamente es el día de reposo, es también un día bendito y un día santo. Esta cita sobre el sábado es el único soporte bíblico que hay acerca del día de reposo. Lo interesante de esto es que los únicos seres vivientes en ese día eran Adán y Eva. No existían en ese momento ni la iglesia católica, ni la iglesia protestante, ni la iglesia hebrea o judía, ni ninguna otra iglesia o religión. Dios habló y Dios así lo decidió. Y la pregunta que surge es: ¿Puede un dirigente religioso tener la autoridad de modificar lo que Dios determinó? La respuesta es no. Nadie puede colocarse por encima de Dios porque Dios es Supremo y es eterno y nunca cambia.
Así es como el estudio y la investigación bíblica permiten obtener la interpretación correcta. El Instituto de Estudios Religiosos puede ayudar a cualquier persona que anhela descubrir la verdad y puede ayudarle en ese plan. Puede consultar en la página web www.inter-religioso.com y registrarse sin que ello requiere algún aporte financiero. Los materiales se facilitan sin costo alguno y no se solicitan donaciones. Igualmente puede beneficiarse de seminarios y consultas bíblicas via zoom.us solicitando información a: nino@andrews.edu
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“CONOCIENDO EL MUNDO DE LAS RELIGIONES, Y LAS RELIGIONES EN EL MUNDO”
Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; Juan 5:39-41
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